El
alumnado de quinto y sexto cursos ha realizado la última actividad extraescolar
del curso programada desde el Programa Aldea, y han tenido la oportunidad de
conocer el sitio al que popularmente se conoce como “El Convento”.
La
jornada se diseñó en tres partes diferenciadas:
a.
Riego
de los pinsapos que plantó este alumnado en el paraje de Fuente Platero, coordinados por el maestro Góngora y el maestro Domingo.
b.
Actividades
lúdico-deportivas con metodologías cooperativas en el paraje de Los Sauces,
diseñadas por el maestro Rubén y Mari Carmen Rosa, monitora de deportes del Ayuntamiento de
El Burgo.
c.
Visita
al Desierto de Las Nieves a cargo de Juan Espinosa, Antonio Mateos y José
Antonio Góngora. Investigación del alumnado.
La
primera parada sirvió para certificar que el pequeño bosque de pinsapos que
este mismo alumnado sembró, se encuentra en perfectas condiciones. Realizaron un riego que teníamos programado con antelación. Además, para
acceder lo hicieron a través de la vereda que el Grupo Senderista de El Burgo
acondicionó para completar una ruta que conecta con El Puerto de la Mujer.
La
segunda parada tuvo carácter lúdico, deportivo y de marcado respeto por la
naturaleza. Se diseñaron actividades de orientación en Los Sauces utilizando técnicas de
trabajo cooperativo, donde el alumnado disfrutó con la propuesta del maestro Rubén y Mari Carmen.
Una
vez acabados los juegos, toma la palabra Juan Espinosa (investigador de temas
históricos de El Burgo), el maestro Góngora y posteriormente el maestro Toni,
para explicar los orígenes, funciones y anécdotas del singular conjunto
monumental que previamente había sido investigado y estudiado por el alumnado. Solo faltaba que vivenciaran in situ lo aprendido.
Antes de iniciar la caminata desde los Sauces hasta el Convento, comienzan las primeras explicaciones tomando como fuente, entre otras, los
escritos proporcionados por la investigación de Francisco José Rodríguez Marín del Departamento de Historia del Arte de la UMA. Otro referente bibliográfico ha sido Historia del Santo Desierto de las Nieves, del burgueño José María Gómez Teruel.
Juan
Espinosa fue el encargado de ilustrar magistralmente al alumnado sobre la
historia del Desierto de las Nieves.
Introducción
Entre
los municipios de Yunquera y El Burgo, subiendo el camino de la Fuensanta hacia
el paraje de Los Sauces, encontramos el Desierto de Nuestra Señora de las
Nieves.
Los
primeros emplazamientos son de época mozárabe y las primeras construcciones datan
del siglo XVII, teniendo la orden del Carmen Descalzo con sus primeros monjes
como moradores, la responsabilidad religiosa de rezar por nuestras almas, eso
sí, a cambio de donativos que generosamente se recibían, incluso de personas
muy relevantes e influyentes de la época. También sufrió algún que otro avatar,
como por ejemplo una batalla entre los ejércitos español y francés derivada de
la Guerra de la Independencia.
Orígenes con tintes de leyenda
Los orígenes del Desierto
de las Nieves se encuentra
en una leyenda que la antropología ha conocido
de forma recurrente en diversos
lugares y momentos: la aparición de la Virgen a un pastor.
Tenemos constancia material
de la existencia de una ermita dedicada a una imagen mariana en los restos
arquitectónicos conservados próximo a la entrada y junto
a la cerca, que
se remontan, según unas fuentes, a 1517, y según otras, a 1550.
Un personaje denominado, por su humildad, Pedro Pecador (1500,+1580) construyó una choza junto
a la ermita donde residió,
obteniendo del pontífice Paulo III licencia para fundar una comunidad con obediencia a un hermano
mayor y al obispo. Al fundador se le sumaron otros
ermitaños, como Pedro Ugarte
(1510,+1582), quien a la muerte de su esposa se retiró a una de las cuevas
cercanas, y posteriormente Juan de Garibay
y Antonio de Luna. Habitaban en cuevas y subsistían del cultivo del huerto y las limosnas de quienes
visitaban la ermita. Con el producto de
la caza pagaban el estipendio al sacerdote que cada domingo se desplazaba hasta
el lugar para decir misa. De la imagen mariana únicamente sabemos que en 1570 viajó hasta Sevilla para ser restaurada.
Completando lo anterior, En 1599 tuvo lugar la ceremonia de puesta de la primera
piedra, muy ritualizada, como por entonces solían
realizarse estos actos. Se tañó la campana y se disparó
una escopeta –en señal de propiedad-, a continuación
se abrieron los cimientos y se colocó
un pedestal con una cruz grabada en la esquina del camino de El Burgo, en
la que se insertó una moneda de real de a cuatro. En el año 1600 se delimitaron los límites del desierto
tomando terrenos cedidos por Málaga
y Ronda más una pequeña
porción de El Burgo. En total fueron
unas setenta hectáreas las que se consignaron
en las escrituras de propiedad.
En 1604 ya estaban terminados el convento y la cerca,
procediéndose a trasladar la imagen desde la ermita a la iglesia. En el
patio se erigió un altar a la Virgen de la Paz. En 1605 el lugar fue declarado
oficialmente desierto de la orden carmelita, nombrándose prior a Fr. Pedro de la Madre
de Dios.
A continuación se procedió a la construcción de las ermitas
a las que debían retirarse los religiosos, que fueron 10, luego
ampliadas hasta 13.
Estilo de vida en un desierto carmelita
Desde sus inicios como desierto carmelita se rigió por las Reglas del
Desierto de El Borlaque, dirigido por un prior que ostentaba el
cargo por 3 años reelegibles. La
Regla establecía en 24 el número máximo de integrantes de la comunidad, 20 religiosos de coro y 4 sacerdotes, aunque
podía superarse este número solo para estancias temporales.
Los religiosos
vivían solitariamente en las ermitas,
aisladas y alejadas unas de otras,
aunque en momentos
determinados hiciesen vida comunal, especialmente para el culto religioso. La espiritualidad teresiana asignaba al desierto tres objetivos fundamentales: a/ Perpetuar las ansias teresianas de triunfo de la iglesia y la santidad
de sus ministros b/ Obtener un equilibrio entre contemplación y actividad c/ La santificación del religioso ermitaño. La propia Teresa de Ávila recomendaba a los religiosos que tuviesen “ermitas en sus huertas donde pudieran retirarse
para hacer oración
a imitación de nuestros santos padres”.
La fama que adquirió el desierto malagueño lo condujo a hacer uso de una lista de espera, y su biblioteca llegó a ser
notable. Pese a su vocación de aislamiento, en circunstancias excepcionales, como calamidades públicas, se
desplazaban hasta ciudades, como hicieron en Málaga con motivo de las epidemias
de 1637 y 1649 o Antequera en 1647. También la imagen se trasladó a localidades cercanas, como
El Burgo, hasta donde se desplazó con motivo de las sequías de 1637 y 1649, lo
que motivó que en 1780 la Virgen de las Nieves fuese
declarada patrona de esta localidad y que cada 5 de agosto se le hiciese romería.
Interior de la iglesia
A pesar de
la austeridad manifiesta, todo el que llega al Convento queda prendado por la majestuosidad
del conjunto, y en particular con el templo, que es el elemento más monumental
e interesante, que incluso cuenta con una almazara que fue utilizada después de
la desamortización del ministro Mendizábal.
Uno de los
propietarios de la familia Vera, tuvo a bien enseñarnos el claustro así como el
interior de la iglesia aportando además algunas reseñas interesantes. Por otro lado, el tío y la tía del maestro Toni facilitaron la entrada al recinto del grupo de escolares. Por lo que se les agradece la colaboración.
Agradecer
también la labor de Protección Civil que nos acompañó durante todo el
recorrido, al Ayuntamiento de El Burgo que proporcionó el desplazamiento, al igual que Mercedes en representación de la AMPA, y a la
inestimable colaboración de Juan Espinosa.
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